Paulaner y el Oktoberfest 2025: tradición, calidad e innovación en la fiesta cervecera más grande del mundo

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En el corazón de Baviera, cuando el calendario marca finales de septiembre, algo más que cerveza comienza a fluir por las calles de Múnich. Son días en los que el pasado y el presente se funden bajo carpas monumentales, entre litros de cerveza, música tradicional y miles de jarras que chocan al grito de ‘¡prost!’, mientras los ojos de la gente se entrelazan con absoluta complicidad. Porque aquí brindar no es un mero gesto, es un acto de respeto y conexión.

En la pradera de Theresienwiese nació el Oktoberfest en 1810 como una celebración nupcial de la realeza, donde ahora se vive una de las experiencias más auténticas y masivas de la cultura alemana. En este escenario, Paulaner se erige como una de las grandes protagonistas. No solo por su histórica vinculación con esta fiesta, sino por el despliegue tecnológico, humano y emocional que hay detrás de cada litro servido.

Tradición con alma bávara

Paulaner no es una marca más. Es historia líquida. Fundada en 1634 por monjes en el monasterio Neudeck ob der Au, ha sabido mantener vivo su origen, respetando la Ley de Pureza Alemana de 1516, que permite usar solo cuatro ingredientes para su elaboración: agua, malta, lúpulo y levadura. Hoy, casi 400 años después, su cerveza llega a más de 80 países, pero sigue fabricándose con el mismo respeto artesanal y una mirada puesta en la sostenibilidad y la innovación.

Su vínculo con el Oktoberfest va más allá de lo comercial. Cada año, todos los equipos -desde los maestros cerveceros hasta el personal de las carpas- se involucran para que todo fluya como es debido. Porque en solo 16 días se sirve un volumen que representa cerca del 3% de las ventas anuales de la compañía. Y eso ocurre en un lugar emblemático: Múnich.

Además, únicamente son seis las cerveceras que tienen el privilegio de estar presentes en esta celebración: Paulaner, Augustiner, Löwenbräu, Spaten, Hofbräu y Hacker-Pschorr. Seis nombres que resumen la tradición cervecera bávara en su máximo esplendor.

Un momento típico de brindis con las jarras de cerveza en la celebración del Oktoberfest.

Bajo la lona del cielo bávaro

Un sistema de distribución único, creado por Paulaner hace más de una década, asegura que cada uno de los doce grifos de la carpa sirva la cerveza con la misma presión, temperatura y velocidad. Las tuberías, que recorren 200 metros bajo el suelo, mantienen el oro líquido a temperaturas que rondan los cero grados.

«Cada jarra llega a la mesa entre 1,5 y 2 grados. Cargamos los tanques cada noche en menos de una hora, con cerveza traída directamente de la cervecera, helada y lista para servir», explica Christian Höflinger, maestro cervecero de Paulaner Group. «Cada noche se renuevan a la vez los tres tanques que tienen capacidad para unos 28.000 litros de cerveza«, añade.

La precisión es tal que incluso una bobina evita que se sirva demasiada espuma o gas. Mientras los camareros (capaces de llevar hasta 14 jarras a la vez) corren entre los bancos, la logística fluye con la misma eficacia. El ambiente es festivo, pero detrás hay una maquinaria perfectamente engrasada.

Pero no todas las carpas son iguales. Thomas Roiderer, jefe de carpa de la cervecera Hacker-Pschorr, subraya la exigencia de su cargo: «Las carpas no se heredan, sino que hay que postularse y conseguir el permiso del ayuntamiento junto al de las cerveceras. Dedico todo el año a preparar la carpa. Comenzamos en enero y terminamos en diciembre, con solo tres semanas de vacaciones».

Los camareros son capaces de llevar hasta 14 jarras a la vez entre las dos manos.

Seguridad y orgullo colectivo

El pasado 1 de octubre, una amenaza de bomba obligó a cerrar temporalmente el recinto del Oktoberfest por primera vez en su historia. La policía de Múnich activó un protocolo de emergencia tras hallar una carta de advertencia junto a varios artefactos sospechosos en el norte de la ciudad. Unos 300 agentes y 40 perros especializados fueron desplegados para revisar cada rincón del recinto y cada una de las carpas, antes de autorizar su reapertura horas después. Fue un recordatorio contundente de que, detrás del ambiente festivo, la seguridad es una prioridad absoluta.

De hecho, en cada edición más de 600 policías, todos ellos voluntarios, patrullan las hectáreas de Theresienwiese durante los 16 días que dura la celebración. «Aquí no hay burocracia, lo importante es la prevención y la seguridad», explica Christian Drexler, portavoz de la policía. En un evento que puede llegar a reunir a medio millón de personas en un solo día, la vigilancia no entiende de fronteras. Incluso participan fuerzas internacionales, entre ellos agentes españoles, como parte de un programa europeo de cooperación. Una red discreta, pero eficaz, que garantiza que la mayor fiesta cervecera del mundo se viva con alegría y con tranquilidad.

Este año, la 190ª edición del Oktoberfest cerró con 6,5 millones de visitantes, según confirmación oficial. Una cifra que demuestra que, año tras año, la fiesta sigue superándose.

Interior de la carpa de Paulaner en Oktoberfest 2025.

Cerveza, sin alcohol y sin fronteras

A pesar de que el Oktoberfest se asocia con jarras rebosantes de espuma, el futuro del sector también pasa por otras categorías. Paulaner lo sabe bien. Su cerveza sin alcohol crece por encima del 20% cada año y ya representa la mitad de sus ventas en Alemania. No es solo una moda, es un cambio de hábito al que han sabido adaptarse desde 1986, cuando lanzaron la primera cerveza de trigo sin alcohol del mundo.

La familia se amplía también con productos como la Paulaner Spezi, una limonada de cola y naranja que ya forma parte del día a día de millones de jóvenes alemanes. «Cada seis personas en Alemania compraron Spezi el año pasado. Su crecimiento supera el 20% anual», explica Jörg Biebernick, CEO de la compañía. La marca ha expandido su gama con nuevas variedades como Paulaner Limo Orange y Lemon, y ya trabaja para llevar estas bebidas más allá de Alemania.

«Somos el mayor exportador internacional de cerveza alemana, duplicando el tamaño de nuestro segundo competidor. Para Paulaner, España es nuestro quinto mercado internacional más grande. De hecho, tenemos una cuota de mercado del 40% en la cerveza de trigo Weissbier. Seguimos creciendo a doble dígito por nuestra distribución con Heineken España, una asociación que funciona muy bien», añade Biebernick.

Gracias a esta colaboración estratégica, Paulaner se ha consolidado como una marca alemana premium en España. Juntos han desarrollado conceptos como los beer gardens internacionales y celebraciones propias del Oktoberfest que acercan el alma bávara a ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia.

Jörg Biebernick, CEO de Paulaner Group.

Del corazón de Múnich al mundo

El Grupo Cervecero Paulaner continúa su expansión internacional con pasos firmes y cifras récord. «Es un orgullo que nuestra cerveza sea número uno en el mundo y en España«, afirma Marcus Thieme, director de mercados internacionales de la compañía. Y destaca que «durante 2024 se alcanzó por primera vez la barrera de los mil millones de euros en ingresos, impulsado por un incremento de ventas del 12% a nivel global y un 18% en España

Un hito que cobra aún más valor si se tiene en cuenta el contexto: mientras el consumo de cerveza tradicional cae en Alemania, Paulaner mantiene su crecimiento gracias a la diversificación de productos, su apuesta por la cerveza sin alcohol y una fuerte presencia internacional. Mercados como China, donde ya es la marca bávara más exportada, es solo uno de los destinos donde esta cerveza con alma monástica ha logrado conectar con el público sin renunciar a su esencia.

Porque si hay algo que se respira bajo las carpas del Oktoberfest, es que el éxito no se mide solo en litros. Se mide en miradas que se cruzan al brindar, en largas mesas compartidas por desconocidos, en canciones entonadas al unísono. Entre himnos bávaros y coros espontáneos, suena también «Sweet Caroline«, ese clásico de Neil Diamond que, sin ser tradicional, se ha convertido en parte inseparable de la celebración. Al llegar el estribillo, miles de voces gritan «oh oh ohhh» mientras levantan sus jarras al cielo, creando una atmósfera de alegría colectiva que traspasa culturas y generaciones.

Y es justo en ese momento, cuando la música se detiene por un instante, alguien alza su jarra de cerveza y grita: ‘¡prost!’

CIG1
10/10/2025